Instalación escultórica en el suelo con módulos de papel clavados con alfileres figurando una alfombra árabe para orar.
“Oasis”
45.000 figuras de papel troquelado, 45.000 alfileres y cubrepiso.
2005
“Ahora las cosas presionan demasiado estrechamente a la sociedad humana”
W. Benjamin
La serie no es la repetición incanzable de una cosa; tampoco un pliegue sin originalidad que sólo puede manifestarse cuando plagia un cuerpo anterior a él.
La serie propone una no –identidad, la postergación continua de una meta y la reiteración de un objeto incapaz de completar un recorrido, pues su trabajo es volver sobre sí mismo.
¿Qué ocurre cuándo el arte imita a la serie? ¿Qué objeto “inconcluso” concurre a desilusionar el efecto estético?
Una especie de cifra –sin número- atravesada por un contenido viejo y una forma blanda pareciera resultar de este experimento, es decir una obra sin lenguaje, sin embargo también aparece “algo” demasiado frágil e indefinido para ser acontecimiento o experiencia, pero capaz de señalar una cierta materialidad de los signos para viajar y posarse. La serie, en suma, más que repetir interrumpe…
Disímiles son los modos como la serie se desplaza entre las cosas y sus discursos, Paola Podestá, ha establecido uno de esos modos a partir del tejido, su geometría casera y la mecanización de un gesto, en “Oasis”. La “alfombra”, artefacto que imagina el continuo de un dibujo, se ha usado como soporte y distancia, diseñando mediante cospeles una trama en la que se ponen en discusión los mecanismos productivos del arte.
Hay varios factores que esta obra conecta: la artesanalidad del procedimiento que privilegia la paciencia y la usura del tiempo, más que la operación conceptual, aunque está inscrita en una operación reflexiva; el rango de objeto inacabado susceptible de nuevos ensambles que lo extienden –excesivamente- en el espacio, sin capacidad de ser cobijado por los límites físicos de la institución artística; la tarea colectiva de unir piezas al estilo de una cadena de producción donde el artista se confunde con el movimiento programado y establecido de las costuras y las terminaciones; el material, cuya presencia cotidiana deriva del uso estandarizado y la falta de singularidad, que se transforma en un recurso sin fatiga de propiedades alegóricas. La cita al telar, a la obligación femenina de reponer el manto y zurcir las roturas, también sugiere un relato sobre la mujer-máquina, extensión corporal de las necesidades reproductoras de una sociedad sin enigmas y gruesas obligaciones.
El proyecto se envuelve en una especie de iniciación irónica, pues busca destrabar y tensionar algunos de los nombres consagrados que el arte utiliza para protegerse y distinguirse. A la idea de una obra se opone un objeto sin soberanía, un poco indiferente, ensimismado en su lógica de unidades pequeñas enlazadas por un molde que las gobierna y las inhibe de autonomía. La importancia del gesto mecánico usurpando a la mano su mito redentor y creativo, distiende o retrasa el discurso del artista a cambio de una escena asalariada de sujetos colocando –a diario- cientos de cospeles arropados por la autoridad de los significantes. El ornamento como punto fijo de la producción distrae de un juicio estético, al afirmar la gratuidad e insignificancia del discurso, se aplaza el comentario teórico por el acto benévolo de la mirada inspectora.
Un ejercicio interpretativo es “Oasis” de Paola Podestá, pero también un ejercicio invertido, pues declara unas circunstancias sin nombrarlas y muestras unos fenómenos sin visibilizarlos. Se exhibe una artesanía recubierta de convencionalidad, un proceder neutro del cual nada puede deducirse salvo las maneras de producirlo, un modelo conocido que el consumo dibuja en las cosas sin mayor esfuerzo ni asombro, y aún así, se desborda toda la operación deteriorando la perspectiva y la mimesis que pareciera consumar el “Oasis” repetido sin vértigo que no promete ningún descanso o detención.
Carlos Ossa